jueves, 24 de julio de 2014

Sexo... (primera parte)


Pompilio abrió los ojos de par en par. Se había acostado pensando en no quedarse dormido por la mañana y se había despertado con la puñetera sensación de que se había dormido. Miró desesperado el reloj y suspiró aliviado. Quedaba media hora para que el primer despertador sonase. Por la noche apenas pudo pegar ojo y solo después de preparar encima de la mesita nada menos que tres despertadores, con bastante dificultad, pudo conciliar el sueño. Se incorporó y desconectó las tres alarmas. Belle, que estaba enroscado a sus pies levantó la cabeza y le miró desconcertado unos segundos, luego devolvió su cabecita encima de las patas. Pompilio salió del dormitorio dirección a la cocina, le cambió el agua al chucho y le llenó el bol con pienso. El ruido de las uñas del perro sobre la cerámica del piso, animado por el sonido de su comida llenado el cuenco, anunciaron al dueño de que ya no hacía falta llamarle. Se preparó para sí mismo un café y una tostada con mermelada de fresa, desayunó en el salón, enfrente de la tele y luego concienzudo se preparó para salir fresco y con tiempo de casa. Antes de marcharse bajó con Belle a la calle para que hiciera sus necesidades. Al llegar abajo inspiró una gran bocanada de aire matinal que le hizo toser al instante. Ya no estaba acostumbrado al aire fresco de las seis de la mañana, pero tenía dos semanas para hacerlo. Pasados 10 minutos ya estaban otra vez en el piso.

-Sé bueno, - le dijo al perro que le miraba intranquilo, meneando la cola. -Al mediodía vendrá Puri para sacarte a mear. “Como si me entendiera” se dijo luego para si mientras se agachaba y le daba un beso en el medio de su cabeza. Giró sobre los talones y salió.

De vuelta en la calle, mochila al hombro, medio feliz por la oportunidad, medio apenado por la brevedad de la tal, Pompilio se encauzó hacia la estación de tren. Era su primer día de las dos semanas de suplencia que le había conseguido Andreea en una empresa de administración. No era mucho, pero por lo menos era algo. Después de 45 minutos, la mochila y un paquete de nervios se bajaban del tren en la estación indicada por su amiga. Llevaba mucho tiempo en el paro, un tiempo en el que se había relacionado con apenas dos o tres personas, todas ellas conocidos, el hecho de tener nuevos compañeros empezó a hurgar en su ánimo más de lo esperado. 


Había llegado a su destino casi una hora antes, tiempo de sobra para sentarse en un banco, sacar el termo de la mochila y tomarse un vaso de manzanilla acompañado por el diario gratuito que le expendieron al salir de la estación. De vez en cuando levantaba la mirada para seguir las faldas cortas y los pantalones apretados de las jóvenes apresuradas que entraban o salían de la estación. Cuando acabó con el periódico le dobló perfectamente en dos y se lo guardó en la mochila seguido por el termo. Se puso de pie y antes de seguir hacia el edificio de oficinas, comprobó si no se había dejado algo sobre el banco o debajo de él. Fue entonces cuando al levantar la mirada, a unos veinte metros, caminando en dirección contraria, la vio. Elegante, como de costumbre, vestía una falda ajustada hasta las rodillas de color marón, zapatos de tacón alto y una camisa verde que sacaba en evidencia las líneas más que respetables, para su edad, de su cintura. La siguió contrariado con la mirada hasta que dobló en una esquina, desapareciendo de su vista. Pompilio se recuperó con dificultad de su asombro y desconcertado se acercó a su primer contacto con su nuevo y breve empleo.

La jornada laboral se le antojó bastante llevadera, los programas de trabajo, aunque no los mismos que él conocía, resultaron fáciles e intuitivos. Los compañeros bastante simpáticos, como de costumbre con sus chismorreos, sus risitas y sus bromitas subidas de tono. No se fijaron demasiado en él, solo al llegar, cuando, después de indicarle un responsable su mesa y explicarle un poco sobre sus quehaceres, se le ocurrió presentarse como si fuera el primer día de clase. Se acercó tímidamente frotándose las manos al centro de la estancia y con voz barítonal logró enmudecer por un instante la usual bulla de un lunes por la mañana:

-Hola a todos. Soy Pompilio.

Algunos levantaron las manos en forma de saludo, otros se le acercaron para presentarse pero en segundos, todos y cada uno volvieron a sus tareas. Le asignaron también un compañero que le ayudara si le surgiera alguna dificultad, pero después de comer, por la tarde, solo necesitó acudir a él en dos ocasiones. Los nervios de por la mañana solo le acompañaron un par de horas, luego, paulatinamente, se desvanecieron para no volver. Lo único que no se pudo quitar de la cabeza, ese primer día de trabajo, fue la sorprendente sorpresa de por la mañana. “¿Que hacía Puri a esas horas matinales, por esos lares?” fue la pregunta que le royó la sesera, como un ratoncito, durante todo el día.

Al llegar al portal, antes de subir a su casa, llamó a la puerta de su vecina, pero nadie le abrió. Bajaría mas tarde, pensó y se marchó. La pereza le acompañó durante la tarde, dejaría las preguntas para el próximo día, bajó con Belle a dar un paseo exprés y subió sin volver a pensar mas en el asunto. El martes, la misma rutina de por la mañana, pero salió media hora mas tarde, ya tenia controlados los tiempos y el itinerario. En la estación guardó el periódico en la mochila y se postró en un banco, justo delante de la salida del tren para que no se perdiera a Puri si es que volvía a aparecer. Apareció, a la misma hora, fresca y serena y Pompilio cual buitre, se lanzó a su encuentro.

-Hola vecina, que tal tú por aquí.

La cara de la mujer cambió al instante, su “Hola Pompilio” balbuceado delataba una incomodidad bastante evidente que a Pompilio no se le escapó, reforzando su teoría de que algo extraño estaba pasado.

-Entonces ¿a donde va usted a estas horas doña Purificación? -volvió a preguntar el hombre con tono suspicaz.

-A trabajar, a donde si no. - le contestó Puri un poco mas segura.

-A trabajar voy yo, y lo sabes pero tu no me dijiste nada de que trabajabas en algún sitio.

-¿Y por qué te tengo que reportar a ti que es lo hago y a donde voy? -le contestó la mujer ya totalmente recuperada. Voy a trabajar, - prosiguió Puri indicando con la mano hacia donde desapareció el día anterior. Y por cierto, se me hace tarde, y a ti también. Hasta luego. -y diciendo eso dio media vuelta y se alejó casi corriendo.

-Hasta luego, -gritó tras ella Pompilio con el misma incredulidad en su voz.


Si el lunes el hecho de ver a su vecina le comió el coco durante toda la jornada, el martes después de la sorprendente reacción de la susodicha, la mente intrépida de Pompilio empezó a maquinar a toda pastilla. Muchas fueron las posibles teorías descartadas, pero casi igual de muchas siguieron dando mareantes vueltas en su cabeza durante el día, la tarde y bien entrada la noche. Por la mañana, otra vez en la estación esperó a Puri, la saludó y solo la preguntó sobre el can, si no le daba mucha guerra sacarlo al mediodía. La mujer le contestó que no, que no era ninguna molestia y que se alegraba poder echarle una mano. Luego cada uno dirigieron sus pasos hacia sus respectivos destinos.

Continuará...
Dibujos realizados por mi amiga y colaboradora Ale...

7 comentarios:

  1. Uy veremos que pasa con Pompillo , me gusto mucho tu historia te mando un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Cuando el ratoncito da tantas vueltas en la cabeza.... ya se jodió uno xD

    A ver cómo sigue este trío de personajes. (Claro, aunque el perro no entienda nada, o supongamos que no lo hace, es excusa perfecta para buscar conversa, y ya es un personaje más)

    Què gusto volver a leerte, Sheol!

    ResponderEliminar
  3. Bueno, espero que no tardes mucho en continuar con el relato, ya me tienes en ascuas.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. ¡Hola Sheol! ¡Qué bueno ver que sigues impregnando de tinta estos renglones de tu blog! como siempre amenizándonos con nuevas historias. Te deseo un feliz verano. Gracias por tu visita a mi blog de viajes. Saludos!!!!!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar
  5. Oh no!! nos dejas con la intriga...

    Muy bueno Sheol y los dibujos de Ale también molan mucho.

    Un beso

    ResponderEliminar
  6. Entonces Puri a qué se dedicaba? no era la limpiadora, ni tampoco secretaria... tal vez, paseaba el perro de un alto dirigente de la empresa mientras se hacía pasar por la esposa de un director ejecutivo ... jajaja

    leeré la segunda parte :))

    un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Tuve que re-re comenzar, la vida me es una putada a veces, sin embargo esta última... se lució!, pero no quise perder lo que me gusta, lo que disfruto leer. Así que aquí estoy. Blog nuevo, nick nuevo (aunque me llevé mis entradas) y te sigo de nuevo.

    (Tu y yo nos leemos ya hace un tiempo.... quizá me consigas reconocer, y si no, nada, una nueva seguidora :])

    ResponderEliminar

Gracias por dejar tu huella...